sábado, 7 de marzo de 2009

U.U uno de mis favoritos ñ_ñ u.u francisco laso

En un nicho abandonado, del viejo cementerio de Lima, en el cuartel San Vicente de Paul, C-56, se encuentran los restos mortales de quien fuera uno de los más grandes, si no el más grande, de los pintores peruanos del siglo XIX, el tacneño Francisco Laso.Laso, hijo de un criollo rebelde, confinado en Tacna por insurrecto, era el único varón entre cinco hermanos. Huérfano a los siete años, tartamudo, delgado, fue un muchacho tímido, que prefirió la soledad. Educado primero en Arequipa, en Lima se formaría como artista en una escuela de bellas artes, en la que tendría como maestro y amigo al pintor Ignacio Merino.Laso y Merino fueron grandes amigos. Entre ellos no conocieron distanciamientos por celos profesionales, tan comunes en los artistas. Sin embargo eran, por designio, diferentes. Merino de familia pudiente, Laso pobre; Merino de buena estampa, Laso esmirriado; Merino artista de indiscutible éxito con las damas, Laso retraído.Francisco Laso viajó a Europa. En la Feria Universal de París, en 1855, salvó el honor nacional, cuando la presencia del Perú brillaba por ausente. En diez días, el genial tacneño pinta su cuadro HOMBRES DE LA CORDILLERA y obtiene el aplauso de la exigente crítica francesa.Nuevamente en el Perú colabora con la Revista de Lima, escribiendo polémicos artículos, en los que reflexiona sobre el rol de los peruanos en el desarrollo nacional. Pese a la crítica adversa y a su propio defecto, la tartamudez, es elegido constituyente. Recorre los departamentos del sur, Puno y Arequipa, para interiorizarse de su realidad, conocer al hombre en su hábitat y pintar. De esas vivencias son producto sus obras precursoras de los movimientos indigenistas que vendrían más de cincuenta años después.Patriota y artista, se alista y participa en la defensa del Callao, el 2 de Mayo de 1866, muy cerca de su paisano, el coronel José Joaquín Inclán. Después vendrían los años duros de la peste de fiebre amarilla que asoló la costa peruana. Arica, Tacna, Mollendo, Lima y el Callao sufren los mortales arrebatos. Laso, humano, fraterno, pobre, se dedica a la atención de los enfermos y contrae el mal que lo llevará a la muerte, en San Mateo, su última pascana, en soledad profunda, en el año 1868, según Carlos Alberto Gonzáles Marín, o en 1869, según Manuel Ugarte Eléspuru.

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