En 1919 Elena Izcue se integró a la primera promoción de la Escuela Nacional de Bellas Artes. Su primera promoción juntó a principiantes con un grupo considerable de artistas en plena actividad que buscaban profesionalizarse. Entre ellos figuraban caricaturistas e ilustradores como Jorge Vinatea Reinoso, pintores de género como Bernardo Rivero y artistas polifacéticos como Elena Izcue. Esta generación será la encargada de transformar el proyecto académico de la ENBA, calcado del modelo parisino, en algo distinto. Se iba forjando así un arte "nacional", de acuerdo con las expectativas del momento, favorecido por el liderazgo de José Sabogal y Manuel Piqueras Cotolí, dos jóvenes profesores con vocación programática, y por la protección oficial asumida con decisión bajo el régimen de la "patria nueva".A diferencia de otras compañeras de estudio, que procedían de familias establecidas y con recursos económicos, Izcue debió seguir trabajando como maestra a lo largo de sus estudios en la ENBA. A pesar de ello, durante siete años se entregó con dedicación a sus estudios formales de arte. Dentro del riguroso proceso formativo que inicia entonces, característico de los primeros años en la Escuela, el estudio de la figura humana tiene una obvia preponderancia. Junto a los modelos indígenas impuestos por la enseñanza de José Sabogal, Elena Izcue demuestra un interés peculiar por los estudios anatómicos. Ya en 1922 alcanza un momento culminante con su serie de desnudos femeninos e infantiles que logran atraer la atención de los comentaristas periodísticos. En todas estas piezas, el asedio a la figura parece siempre orientado por la búsqueda de una organización compositiva excéntrica, que intenta dar una inflexión distinta a las convenciones del estudio académico.Su pintura, paralelamente, irá forjando un estilo personal que intenta conjugar los modos de representación aprendidos en la Escuela con el interés de la artista por el diseño precolombino. Todavía en 1922, algunas telas de Elena Izcue, como India amamantando o Retrato de mujer presentadas al salón anual de la Escuela, a comienzos del año siguiente, no logran diferenciarse de la temática o el estilo predominantes en el alumnado. El cambio hacia una modalidad más personal se evidencia al año siguiente, cuando presenta La tejedora, obra adquirida por el propio presidente Leguía, en la cual se define su orientación incaísta, que se verá continuada en las composiciones pictóricas más ambiciosas del período que va de 1923 a 1927.
Nacida en Lima hacia 1889, Elena Izcue vivió en sus primeros años los inicios de la reconstrucción nacional a partir de la revolución democrática del Presidente Nicolás de Piérola. Tras años de la prolongada crisis tras la Guerra del Pacífico, se empezaba a perfilar una etapa de cierta prosperidad, que trajo consigo el surgimiento de la llamada "república aristocrática" y luego la irrupción de nuevos discursos y proyectos nacionalistas que marcan decisivamente el proceso cultural del país. Sabemos poco, sin embargo, de estos años formativos de Elena y su hermana Victoria. Ambas eran hijas naturales de José Rafael de Izcue y María Antolina Cobián. Su padre, conocido diplomático limeño, procedía de una antigua familia de origen vasco. Fallecido al poco tiempo de su nacimiento, las hermanas Izcue debieron enfrentar las consecuencias sociales de su origen ilegítimo y las dificultades económicas impuestas por la ausencia del padre. Sin embargo, todo indica que gozaron del apoyo sostenido de algunas amistades familiares que facilitaron su formación.A pesar de ello, desde muy jóvenes debieron afrontar la responsabilidad de ganarse la vida. Antes de cumplir los veinte años, ambas trabajaban ya como maestras, una vocación que las acompañaría siempre. En mayo de 1910, Elena Izcue es nombrada Profesora de Dibujo de los Centros Escolares y Escuelas Elementales de Lima y del Centro Escolar del Callao. Esta constituye la primera referencia conocida acerca de sus inicios en la carrera pedagógica, que supone una formación anterior en los rudimentos del diseño. Esta vocación artística se perfila tempranamente en diversos apuntes contenidos en sus primeros cuadernos de dibujo.Efectivamente, a lo largo del período iniciado hacia 1909, sus acuarelas van alternando motivos florales con otros puramente decorativos y con los estudios iniciales del arte precolombino. No existe, sin embargo, información alguna acerca de su aprendizaje. Es posible que haya recibido lecciones en el colegio, o que acudiera libremente a centros de enseñanza artística e incluso que hubiera frecuentado el taller de alguno de los pintores peruanos que por entonces subsistían dando clases privadas de dibujo y pintura.Su ingreso al sistema público de enseñanza fue determinante para definir el curso de su trabajo posterior. A través de los pedagogos norteamericanos que en ese momento dirigían las escuelas limeñas, tuvo acceso a las últimas ideas respecto de la enseñanza del dibujo y de las artes aplicadas. Con su apoyo, Izcue desarrolla un amplio trabajo, estableciendo por primera vez de manera sistemática en la curricula la enseñanza del dibujo del natural.
En 1912, mientras Elena Izcue se iniciaba en la enseñanza del dibujo, el pintor y crítico Teófilo Castillo elaboró un plan para orientar la educación en esta materia. Influido por las teorías del argentino Martín Malharro, Castillo advertía que, a pesar de algunos esfuerzos renovadores, los maestros seguían ligados al método "abstracto", que enfatizaba la copia de imágenes impresas e imponía con rigidez el dibujo lineal a regla y compás. Castillo proponía la adopción del método "concreto", basado en la observación directa de la naturaleza, tomando como modelos frutas, flores y objetos de uso cotidiano, de preferencia aquellos que tenían "sentido estético o de aplicación útil", insistiendo que el dibujo en las escuelas "debe ser exclusivamente elemental, objetivo, paralelo siempre a la enseñanza del trabajo manual." Todo esto se ve reflejado en el trabajo pedagógico de Elena Izcue, quien intentaría adecuar estas teorías al medio local. Un cuaderno de enseñanza creado por ella en 1916, y aparentemente inédito, permite vislumbrar el interés por la enseñanza de temas sencillos sobre la base de objetos y frutos de carácter local. Desde 1914, Izcue empezó a cobrar independencia como maestra y creadora. La preferencia por el empleo de patrones, presente también en el libro de enseñanza de Malharro, se verá plasmada en su propio diseño de carátula para La escuela moderna, sin duda uno de los más tempranos ensayos de aplicación de los diseños precolombinos a la gráfica moderna. La orla que enmarca la carátula toma como punto de partida un elemento central estilizado, procedente de la cerámica Nazca. Aunque predomina en los detalles el recargado sentido decorativo en el espíritu del art nouveau, la guardilla ornamental mantiene, en el orden y disposición de los elementos, un rigor que parece anunciar nuevos planteamientos. Se iba incorporando así el arte precolombino al repertorio canónico de los antiguos estilos artísticos. La nueva conciencia de las cualidades estéticas de la creación precolombina debe haber sido estimulada en gran medida por la fundación, en 1906, del nuevo Museo Nacional donde, tras décadas de ausencia en espacios públicos, se exhibirían de manera permanente piezas de metalurgia, cerámica y textiles precolombinos.Los ensayos iniciales de Elena Izcue en el dibujo y el diseño aplicados a la enseñanza forman la base de su posterior acercamiento a las artes plásticas y a su trabajo en la pintura. En sus primeros óleos, fechados precisamente en 1914, Elena Izcue se alinea claramente con la legión de aficionados que seguían las lecciones de Teófilo Castillo. Instalado en una escuela taller de la Quinta Heeren, el pintor se había propuesto difundir las técnicas de la pintura al aire libre que permitirían captar el entorno inmediato. Para ello, le servían de ejemplo sus propias vistas de huertos y patios limeños que evocaban una ciudad conventual e idílica, acorde con el naciente discurso nostálgico del criollismo.
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